"Ya es la hora. Antes no me dejan salir al patio, el calor del verano en Sevilla es muy intenso, no quieren que pille una insolación; aunque a veces cuando todos duermen la siesta, yo, sigilósamente me escapo.
La abuela está baldeando, para aplacar el calor acumulado en el suelo, así se resfresca el ambiente.
- Abuela, ¿me pelas un melocotón?
-Siéntate en el banquito a comértelo.
Disfruto del sabor de la fruta recién cogida del árbol, el jugo impregna mis manos y me corre por los brazos.....Ahora odio mancharme las manos."
Han pasado casi cuarenta años de aquello. Qué diferente ha sido mi vida a como la imaginaba bajo la sombra del melocotonero.....Hoy, cuando me siento abatida y golpeada por las circunstancias, vuelvo a cobijarme bajo su sombra, allí estoy segura.
Estamos terminando abril, y yo a miles de Kms. de distancia de Sevilla. Hace un año y dos meses que llegué a esta tierra, Georgia, precisamente llamada la del melocotón,(eso lo supe después de llegar) y justo aquí, hoy, me decido a escribir. No pretendo nada con esto, no quiero impresionar a nadie, porque nadie se interesó nunca en conocer y saber como yo siento y cual es mi realidad. Tan solo alguien muy especial fue capaz de atreverse a conocerme y a emprender una batalla de la cual no salió perdedor, porque ahora tiene lo que nunca nadie tuvo de mi y para ese alguien, ya siempre seré "la niña del melocotonero".